Fue inaugurado el 9 de diciembre de 1821 por el director Supremo Bernardo O'Higgins Riquelme. Originalmente no se podía enterrar a personas protestantes, llamados disidentes en esa época, y recién en 1854 se crea el primer Patio de los Disidentes. Esto sería avalado posteriormente cuando en 1871, el decreto de cementerios estableció la sepultura sin distinción de credo en un espacio debidamente separado para los disidentes y permitió la creación de cementerios laicos con fondos fiscales o municipales que debían ser administrados por el Estado o el Municipio.
El 2 de agosto de 1883 se promulga la Ley de cementerios civiles (como parte de leyes laicas) bajo la Presidencia de Domingo Santa María González. Estableciendo la administración de los cementerios públicos por el Estado o Municipio y es retirada cualquier administración eclesiástica, la no discriminación en la sepultura de los difuntos, además de prohibir el entierro en los terrenos de la Iglesias.
Este hecho motivaría a las autoridades eclesiásticas a crear el Cementerio Católico de Santiago el año 1883, sin embargo fué clausurado aquel mismo año y reabierto definitivamente en 1890.
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